28.6.06

Libros maravillosos que no vas a leer.

Entre mis manos Trueque mental. La novela, que no vas a encontrar en la lista de bestsellers, se escribió en 1966. El libro que leo es una edición española de 1999. La casualidad ha hecho llegar el libro a una librería de saldo por 1€; la suerte que la tienda estuviera cerca de mi casa. Que yo lo esté leyendo se debe a quien lo eligió, confiando en su intuición al hojear (thanks!). Que lo esté disfrutando es un asunto entre el autor (Robert Sheckley), el traductor (Carlos Gardini ) y una servidora.

¿Cuál es la cuestión?
Yo diría que hay dos. La primera es que quiero compartir el descubrimiento de una novela deliciosa y recomendar su compra (especialmente a los que tienen gripe o temperatura alta, como hace el tipo que escribe el prólogo). Vendría a ser algo así así como una mezcla entre Total Recall, Alicia a través del espejo y Rayuela. El argumento, ir de vacaciones a otros mundos dejando atrás el propio cuerpo, tiene puntos de encuentro con la pelicula de Schwarzenegger; los juegos lógicos y las paradojas con el libro de Lewis Carroll. De Cortazar, tendría el arte de conseguir ser creíble partiendo del absurdo, la narración saltarina y un capítulo sobre el amor a la altura de su novela .

La segunda es poner en evidencia -una vez más- la utilización de los "derechos de autor" como excusa para impedir la difusión de contenidos. La ley promulgada para defender la "cultura" impide que se pueda acceder (por ejemplo a través de internet) a los contenidos de un libro agotado y que no se va a reimprimir, simplemente porque la distribución física del soporte (el papel) no es rentable económicamente. Hay miles de novelas, cuentos, ensayos o libros técnicos cuyos contenidos están secuestrados por las empresas del sector editorial. Autores y traductores, sujetos a derechos de autor de forma obligatoria, podrían desear difundir su creación a todos sus posibles lectores sin utilizar canales de comercialización convencionales, de forma gratuita o bien mediante modelos de negocio alternativos. Pero si lo hicieran serían delincuentes.

Imaginemos un mundo donde los productores de alimentos (escritores de novelas) desearan difundir la comida (ideas) que han elaborado al mayor número de personas posible. La cantidad de alimentos y su distribución no supondrían un problema técnico. Si ese mundo se pareciera al nuestro, también la población desearía alimentarse de sus productos (cultura) pero habría un nivel serio de desnutrición (cultural). ¿Cabe imaginar algo más estúpido?