19.11.05

Cuando ser neutral resulta obsceno.

El jueves pasado Antena 3 nos obsequió con un documental de Victoria Prego sobre la muerte de Franco. Con un tono de voz sosegado, la Prego fue desgranado imágenes que nunca se emitieron, informaciones que no fueron públicas sobre los últimos momentos del régimen y una descripción detallada de la agonía del dictador.

No estuvo mal el retrato, no estuvo mal ni siquiera cuando mencionaba detalles escabrosos como la intervención a un moribundo en un quirófano improvisado y tercermundista.

Pero mi estómago no lo tenía tan claro. Algo estaba pasando delante de mis ojos que resultaba vomitivo.

La crónica de los acontecimientos era tal que así: uno de los facultativos consigue que una enfermera que trabaja en el Pardo le entregue -para su colección- el electrocardiograma que le hacen a FF un día antes. La enfermera se lo pasa a escondidas y él lo esconde en un bolsillo hasta que puede leerlo a solas. Descubre que el viejo ha tenido un infarto y se va a buscar al yernísimo y a un grupo de colegas a contarles la novedad.

El grupito de médicos, envalentonado, se dirige al Pardo. Escudados en el oficio toman el fuerte: ni el viejo ni la familia querían una nueva hospitalización, de forma que valiéndose de su posición obtienen del hospital equipamiento para atenderle en su casa.

Aprovechan la situación para monitorizar el corazón del dictador en su último consejo de ministros y se declaran capaces de interpretar los pulsos vacilantes del enfermo en clave política: los acontecimientos relacionados con la marcha verde eran los que casi -como en las películas de falso suspense- acaban con su vida en la media hora de la reunión. Dan consejos a Arias Navarro e interceden para que la jefatura del estado pase al príncipe.

No contentos con robar el electrocardiograma y con difundir información confidencial a personas no autorizadas, estas almas abnegadas, conociendo el deseo del anciano y de su familia cercana de no prolongar artificialmente su vida, consiguen arrancar a FF de su lecho de muerte, operarle varias veces (la primera de ellas en condiciones realmente indignas) y aplicarle todas las torturas de la que la ciencia es capaz.

Lo que pasó es lo que pasó. La realidad no es buena ni mala, pudorosa u obscena. Pero la mirada que nos la cuenta nunca es neutral. Lo que contaba la Prego quizá era de interés. Sin embargo, colocar a esos médicos en un papel estelar, elegir darles el papel de narradores sin rotularles de torturadores sólo puede ser producto de la mezquindad. Como permitir que se sonrieran, con ese rictus profesional autocomplaciente, y que se permitieran contar frente a la cámara actuaciones éticamente reprobables y que hoy son delito. Sólo se me ocurre un motivo: el viejo era Franco, entonces todo vale.

Puedo imaginar que algunos también sonrieron al ver el documental. Siempre hay gente dispuesta a hacer leña del arbol caído. Esos que son sumisos con el poderoso y crueles con el débil, escoria humana. Y luego están los médicos, que siguen en sus puestos de fama y poder. Su impunidad está garantizada porque lo que hicieron lo hicieron con alguien que no merece respeto. Dictadores de bata blanca. Y la Prego, con sus premios por el documental: El mezquino punto de vista neutral.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Tu acerada pluma, fina y cauterizante, ajustada en sujetos, verbos y complementos ofrece un punto de vista que quizás sólo podría ser entendido en el momento en que sucedieron esos hechos y que quizás de otro modo, son difíciles de entender. Es mi opinión. A mí también me pareció "extraño" que se le tuviera que atender en aquella casasocorro tan cutre(?), siendo, como era, la máxima autoridad y teniendo el poder que tenía.
Pero, claro, yo no estaba allí, ni era (ni soy) médico.

noviembre 19, 2005 3:47 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

No le falta razón a Anónimo. Yo estoy indignada con el trato dado a esta conmemoración, centrada en la figura del Rey, como fórmula para eludir hablar de Franco y de su dictadura. Las escasas referencias a la dictadura y al general o bien son patéticas (su terrible agonía) o son las ya consabidas (Hendaya, Plaza de Oriente, Valle de los Caidos) ¿Pero dónde están los análisis serios, deseablemente objetivos, de lo que significó la dictadura? Treinta años de democracia y aún siguen enterrando la memoria. Mi temor: Que se inicie el revisionismo histórico de Franco sin haber conocido la verdad en toda su dimensión.

noviembre 27, 2005 9:57 a. m.  

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